Hola

Vale, pues bienvenidos a mi blog y todo eso. Es un churro, lo sé, ya la iré mejorando. Pero qué te voy a decir, si yo acabo de llegar (¡Fito!)

Básicamente, la idea es subir diferentes historias y demás que tenía abandonados en una carpeta en mi portátil. Aunque supongo que terminaré añadiendo más cosas. Por ahora he averiguado como subir fotos, ¡TEMEDME!


Se agradecen los comentarios. Sí, críticas incluidas. Y sí, es una indirecta para que escribais uno.

¡Gracias! ^^

domingo, 30 de enero de 2011

Quarta historia, capítulo/parte 5

¡Por fín! Llevo muchísimo sin abrir el blog siquiera, lo siento. Bueno, aquí teneis un poco más de la historia. Y lo siento por el retraso.


¡Se aceptan comentarios y críticas! Es más, se fomentan.




Giré las llaves, entré en casa y me encontré las luces apagadas. Por supuesto,  mis padres aún no habían llegado. Me metí en la cocina y saqué algunas cosas para prepararme algo de comer.
Finalmente, Emma me ha había convencido para preparle algo a la novia de su padre, pero esta nos había descubierto antes de tiempo, y cuando vio lo que estábamos haciendo empezó a gritar que no nos aguantaba y se fue. Probablemente para siempre. Pero, de nuevo, eso al padre de Emma no le había echo mucha gracia. No había dejado a Emma salir, y esta se había echado a llorar. Su padre se enfadó más y la castigo,  y había intentado llamar a mis padres, pero claro, no estaban.
Mientras me terminaba de preparar un sándwich, recordé lo que había ocurrido en el autobús. No entendía a Emma. Aunque a ella la masacre alienígena nunca le afecto directamente.
Antes de llegar a la tierra, todas las especies que los alienígenas habían descubierto en otros planetas eran muy violentas, y se destruían entre ellas. Así que cuando nos encontraron, lo primero que hicieron fue atacar, suponiendo que seríamos como los demás, y que los intentaríamos exterminar  cuando llegaran. Pero ocurrió al revés. Murieron miles de personas, y se extinguieron muchas especies animales, y algunas plantas. Claro que después los alienígenas vieron lo que hacían, y sí, pararon y pidieron disculpas y todo eso. Un poco tarde. Mi abuelo había muerto, y también John, el mejor amigo de mi padre, que era como un segundo padre para mí. Pero eso no le había ocurrido a Emma, por eso ella no entendía el daño que los aliens habían echo, y que no debían ser bienvenidos. Mucha gente había perdido a alguien.
Terminé el bocadillo y me quedé mirando mi móvil unos segundos. ¿Enviarle un mensaje a Emma empeoraría su castigo? Probablemente sí, su padre estaba furioso. Suspiré y abandoné la idea.
Cuando llegaron mis padres, estaba en el sofá viendo la tele.
-Hola cariño… ¿Qué tal el día? –preguntó mi padre nada más entrar.
-Bien, sin problemas. –les dí un beso en la mejilla a cada uno.
-¿Te has portado bien en casa de Emma?
Sonreí. No tenían por qué saber la verdad.
-Claro. Nos lo hemos pasado genial.
Mi madre dejó su bolso y el abrigo en su cuarto, y se sentó conmigo en el sofá.
-Hemos estado hablando con Kate. –sonrió- El mes que viene, o el siguiente,  van a venir a pasar unos días aquí.
Abrí la boca, sin creerme lo que oía. Kate era la mujer de John, los conocía a ambos desde que nací. Y ella y su hijo iban a venir a pasar las vacaciones aquí… Me lancé contra mi madre.
-¡Genial! ¿Qué día vienen? ¿Cuánto tiempo se van a quedar? ¿Dónde van a dormir? ¿Por qué…?
-Tranquila, tranquila. Van a estar casi un mes, tal vez un poco más. Probablemente se quedarán en un hotel, aquí no hay sitio para todos y tú no vas a compartir cuarto con Danny. –hizo un silencio- Kate se ha quedado sin trabajo.
Me quedé de piedra. Así que era por eso… Desde que John murió, Kate y Danny lo había pasado muy mal. Y ahora Kate no tenía trabajo… Mis padres estaban dispuestos a ayudarles, pero Kate no quería vivir de los demás.
Mi padre de sentó en el sillón de enfrente.
-Voy a intentar conseguirle algo en la empresa, pero si no lo consigo, volverán a casa.
Suspiré. La noticia no era tan buena entonces. Mi madre se percató de mi cambio de humor y me abrazó.
-Venga… todo les va a ir bien, no te preocupes. Además vas a pasar unas semanas con ellos.
-Supongo que sí.
Mis padres se miraron, y decidieron cambiar de tema. Mi madre hizo la cena, mi padre me preguntó por el colegio mientras poníamos la mesa, vimos la televisión un rato y nos fuimos a dormir.
Y después Emma decía que los alienígenas no estaban tan mal.

martes, 11 de enero de 2011

Fuzzy Blue Lights

-¿Qué haces?
+Decirle adiós a aquel avión.
-¿Para qué? Está demasiado alto, no te verá.
+Piénsalo así: imagina que tú estás allí arriba. Imagina que llevas allí cuatro, cinco horas. Ahora imagina que te asomas por la ventanilla, y tienes la certeza de que, desde allí abajo, alguien piensa en tí y te dice adiós. Estáis conectados.
  >>Y ese momento será sólo vuestro.

lunes, 10 de enero de 2011

Destiny









  











Destiny is for losers.
It's just a stupid excuse
to wait for things
to happen instead of 
making them happen.

Quarta historia, Capítulo/parte 4

Continuación de la continuación:



Pasaron tres o cuatro semanas, sin nada nuevo. Emma y yo habíamos quedado en ir a su casa a la salida del colegio, porque había quedado con el chico que le gustaba por la tarde y quería que la maquillase yo. Así que a la salida del colegio, en vez de coger la calle que llevaba a mi casa, fui con Emma hasta una parada de autobús cercana. Ella me iba contando con todo detalle cómo el chico le había pedido salir, y adonde pensaba ir. Llegó el autobús y nos sentamos al final, mientras Emma seguía parloteando. Yo estaba de espaldas a la puerta, apoyada en el respaldo del asiento delantero, totalmente centrada en lo que me contaba. Así que cuando sonrió y le hizo gestos a alguien detrás mía para que se sentara con nosotras, apenas me giré sin prestar atención para mirar quien era y volvía a mi posición original para seguir escuchando. Pero cuando mi cerebro procesó la imagen, me volví a girar a tiempo para ver a Marco sentarse junto a Emma. La miré con cara de alarma, pero ella no se dio cuenta, sonrió y me siguió analizando una a una las palabras de su chico.
He aquí la cuestión: a algunas personas, Emma entre ellas, no parecía molestarles excesivamente la presencia de alienígenas cerca. Yo no conseguía comprenderlo, aunque hasta ahora no me había traído demasiados problemas.
En ese momento, sin embargo, la gente se terminaba de acomodar, el autobús arrancaba y Emma saludaba a Marco como si lo conociese. Vale, es cierto que llevaba unos meses en la clase, pero hasta entonces nunca había hablado con él. Nadie lo hacía. Porque no lo había echo, ¿verdad?
Para asegurarme tiré de Emma hacía mí, y le susurré:
-¿¡Por qué le has dicho que se siente con nosotras!?
Ella me miró, entre confundida y sorprendida.
-Bueno… parece simpático, y de todos modos no quedan más sitios, ¿no?
Aflojé un poco la presión y miré por encima de su hombro. Marco miraba hacia otro lado. Vi unos asientos vacíos hacia la mitad del autobús.
-¡Allí hay!
-Bueno, ya, pero estaría solo, ¿no?
Puse los ojos en blanco y ella cayó en la cuenta, se mordió el labio.
-¡Lo siento! Se me olvidaba, tú no lo soportas… Bueno, es agradable, habla con él un rato, verás como no es tan malo…
¿Que yo no soportaba a los aliens? Nadie lo hacía, ¿no es cierto?
Enfurruñada, la ignoré y me giré hacía la ventana. Emma empezó a hablar con el alien. Miré los árboles y los edificios pasar a toda velocidad a través de la ventana, mientras escuchaba retazos de la conversación de mala gana.
De repente, después de maldecir mentalmente a Emma durante unos 15 minutos, tras oír un dato increíble, me giré hacia ellos.
-¿Qué? ¿En serio te gusta Thousand Words? Es mi grupo favorito.
–dije con la boca abierta.
Marco/el alien sonrió.
-Si… tengo varias canciones suyas en el iPod.
Emma hizo un gesto de desprecio.
-No se cómo os puede gustar eso… No me gusta nada su música. Las letras, algunas están bien, pero…
Yo no podía decir nada. ¿Thousand Words, mi grupo de música favorito desde siempre, en el iPod del alien? ¿Cómo podíamos tener algo así en común? Ahora me tendría que replantear mis gustos musicales. Hey, yo no tenía culpa de nada. Debería ser él el que dejara de escucharlos. Espera, ¿el alien tenía un iPod?
Me había dejado totalmente fuera de combate.
Mientras yo asumía todo esto, Emma y Marco siguieron hablando. Cuando me recuperé, hasta me atreví a preguntarle un par de cosas. Me terminé entusiasmando, tuve que defender otros grupos frente a mis dos compañeros, ya que ellos pensaban que no valían demasiado. Hablamos los tres, hasta que llegamos a la parada, y Emma y yo bajamos. En cuanto en autobús se alejó, mi amiga me sonrió y preguntó:
-¿Ves como es simpático? No ha estado tan mal… ¡Si resulta que hasta tenéis cosas en común!
Habíamos empezado ya a andar, pero yo frené de golpe, y me di cuenta de lo que acababa de pasar.
-¡Emma! ¡Me has hecho hablar con eso! Y tu también lo has hecho… ¿¡No te acuerdas de que es un alien asqueroso!?
Emma paró también, y me miró.
-Oye, Angie… Porque a ti no te guste no significa que a los demás no pueda gustarnos. Y no es un alien asqueroso; vale que no sea de aquí, pero no lo llames así.
La miré asombrada.
-¿Cómo puedes decir eso? ¿Qué habrían dicho si nos llegan a ver hablando con eso? ¿No entiendes que…?
Emma estaba seria, mucho. La cara que tenía puesta me hizo interrumpirme.
-Angela. Escúchame. Sé que a ti no te gustan, pero no son tan malos. Vale, no le gustan a mucha gente, pero no los desprecian como tú. No te han echo nad…–se mordió el labio. Ella sabía que sí me lo había echo.
-¿Qué ibas a decir? ¿Qué no me han hecho nada?
Sin mirarme echó a andar de nuevo. Apreté el paso para alcanzarla.
-Sí que lo han hecho. A mí y a muchísima gente. ¿Y todavía quieres que confíe en ellos, que charle con ellos?
Emma volvió a frenar de golpe.
-A ver, Angela… está bien, si lo hicieron, pero fue un accidente, ¿sabes? Deberías darles una oportunidad. Como hacemos los demás. O algunos de nosotros… Además, Marco en concreto no te ha hecho nada ¿verdad?
No respondí y seguí andando dejándola atrás. Me alcanzó y estuvimos en silencio un rato.
-Oye, Emma… mejor me voy a mi casa. Ya te las apañarás tu sola, ¿vale?
Ella se mordió el labio y me miró con ojos suplicantes.
-No por favor… Voy a parecer un payaso como me maquillo yo sola.
Suspiré.
-Venga, Angie… Oye, siento mucho haberle pedido que se sentara con nosotras. En serio. Y bueno, tal vez tengas razón –la miré como sólo yo sé hacerlo. Rectificó.- Está bien, tienes razón. Tú necesitas más tiempo. ¿Contenta?
No, no estaba contenta. Pero no quería seguir enfadada con ella, y era verdad, me necesitaba si no quería terminar como un payaso por culpa del maquillaje.
-Síii, contenta. Anda, vamos rápido que ya hemos perdido un montón de rato.
Lo normal hubiera sido que yo también me hubiese disculpado, pero no pensaba hacerlo, y ella lo sabía. Lo de los extraterrestres era un tema complicado… y al parecer más de lo que pensaba.

No había nadie en su casa cuando llegamos.
-Seguro que mi padre está con la bruja de su novia. Oye, ¿qué tal si después les preparamos algo?
Asentí distraída mientras dejaba mi chaqueta en la entrada. Seguía enfadada Emma, aunque era más un recuerdo molesto que un verdadero enfado.
-¿Quieres algo de comer? –me preguntó Emma desde la cocina, mientras encendía las luces.
-No tengo hambre. Anda, te espero en tu cuarto.
-Tú misma.
Me dirigí hacia el dormitorio de Emma mientras sacaba de la bolsa que llevaba en la mochila un pequeño neceser. Me senté en la cama y lo dejé junto a mí, al mismo tiempo que Emma entraba en la habitación con una barrita de cereales en la mano y otro neceser en la otra. Se sentó con las piernas cruzadas junto a mí.
-Vale, entonces, ¿cómo quieres que te maquille?
Ella se apartó un mechón de la cara.
-No sé… cómo tú veas. Pero, ¡tengo que estar guapísima! Me gusta un montón ese chico…
Asentí, y le pase una goma para que se recogiese el pelo castaño en una coleta, al mismo tiempo que rebuscaba en su neceser.
-A lo mejor podías pintarme el ojo muy negro, ¡o rosa! Pero entonces no puedo…
-¡Shh!
Emma se calló, y yo me eché un poco hacia atrás para verla mejor y hacerme una idea de qué hacer.
Emma tenía la piel tostada, y el rostro redondo. Tenía unos enormes ojos grises, muy dulces, y pecas, aunque ella las odiaba, porque decía que le hacían demasiado grande la nariz. Tenía los labios finos y pequeños, y en ese momento agrietados. Llevaba el pelo castaño claro recogido en un moño rápido, como le había pedido.
-A ver…
Me aventuré y cogí una caja con sombras de ojos, buscando la mejor. Emma miró la caja.
-¡Ey! ¿Por qué no te maquillas tú también? Ese color te quedaría genial con los ojos que tienes…
-Porque –le respondí mientras elegía el color  y le obligaba a cerrar los ojos- yo no voy a salir con nadie hoy. Anda, estate quieta.
-¡Tienes las manos frías!
-¡Mentira!
Después de más de media hora de experimentas con diferentes colores y sombras, Emma se levantó y se miró en el espejo. Se había recogido el pelo con unas horquillas, y tras inspeccionarse durante medio minuto, se dio por satisfecha y me sonrió.
-¿Te gusta? –le pregunté.
-Mucho. Oye, ¿después de cambiarme me ayudarías a preparar algo para mi padre y su novia? Tengo tinte para ropa y pegamento en algún lado, a lo mejor lo podemos usar.
-Pareces una niña chica, Emma.

Quarta historia. Capítulo/parte 3

Vale, le voy cogiendo el truco a esto. He conseguido cambiar el fondo y más cosas. Me va gustando.
 Bueno, pues aquí dejo la continuación de la historia. Es largo, así que lo pongo en dos entradas distintas.


Pasaron un par de meses, y nosotros seguíamos ignorando a ese extraterrestre que se había colado en nuestro planeta. Aunque a él no parecía importarle. Siempre se mostraba muy tranquilo y correcto, y nadie que acercaba a él ni siquiera para burlarse o para fastidiarle. Nos sacaba de quicio, no parecía importarle nuestra indiferencia. Pero a nosotros la suya sí; queríamos que se sintiera mal, queríamos que se fuera. Sin embargo, él seguía allí, sin faltar a una sola clase y entregando todos los deberes y los trabajos a tiempo.
Se fue el calor del final del verano, y llegó la lluvia. No quedaba nadie en la puerta del instituto, y la lluvia caía con fuerza. Abracé mi mochila un poco más fuerte y suspiré. Tendría que correr. En otro momento, Emma me abría acompañado hasta casa, pero ese día iba a comer a su casa la novia de su padre y no tenía tiempo para acompañarme. Hipnotizada, seguía mirando la lluvia golpear el asfalto. Tal vez podría llamar a alguien para que me recogiera… No, mamá me echaría una bronca por no haber llevado el paraguas. Me lo había dicho por la mañana unas siete veces, pero tras echar un vistazo por la ventana, había descartado la posibilidad de lluvia y me negaba a cargar con el paraguas inútilmente. Papá… papá estaba trabajando.
Seguía barajando posibilidades, hasta que un trueno resonó a lo lejos y pegué un brinco. Vaya, tenía que hacer algo ya. Tal vez si…
-¿Hola?
Era una voz suave, tranquila, ronca. Me giré para ver a quién pertenecía esa voz que llevaba semanas sin oír, y me encontré cara a cara con Marco. Llevaba una mochila negra al hombro, y un paraguas cerrado en la mano.
Sin responder siquiera, me volvía a dar la vuelta. ¿Tal vez podría llamar a mi hermano mayor, Peter? Marco se apoyó en el muro, junto a mí. Me examinó.
- No llevas paraguas.
Hacía tiempo que no veía a Peter. Tal vez podría acercarme a casa en su coche.
-¿Quieres que te acompañe a algún lado? Está lloviendo mucho.
Lo miré con incredulidad. ¿En serio se creía que le iba a dejar acompañarme? Le dí una respuesta seca.
-Oye, mira, no me hace falta, voy andando ¿vale?
Esta vez fue él el que me miró con los ojos en blanco.
-Venga ya. Te vas a empapar. Te acompaño.
Y sin esperar respuesta, abrió rápidamente el paraguas, y me cogió del brazo. No me dio tiempo a reaccionar. Con paso firme, me obligó a cruzar la calle, y ya al otro lado recordó algo y paramos.
-¿Adonde te llevo?
Estaba tan sorprendida que, sin pensar, le dije mi calle.
-Genial.
Y retomamos el paso. Yo no sabía muy bien qué hacía allí. Me sentía un poco culpable.
-¿Eres Angela, verdad?
Asentí con la cabeza, sin dejar de andar. Pisé un charco y se mancharon mis zapatillas.
-Bonito nombre.
Lo sentía todo como muy… muy irreal. ¿Qué hago yo de camino a casa acompañada por el alien, y hablando de mi nombre? Espera. Yo no quiero estar aquí. Ni siquiera se lo pedido. ¡Ni siquiera he aceptado!
Aunque aún estábamos a unas cuantas calles de mi casa, me solté bruscamente. Él frenó en seco.
-¿Qué pasa?
Sabía que estaba siendo maleducada. Pero las reglas de comportamiento no se aplican a los aliens. Y yo no quería que me acompañara.
-Emm… me he acordado de que tengo prisa. Adiós.
Y salí a la lluvia. Sin la protección de paraguas, termine empapada a los pocos metros. Marco seguía parado en mitad de la calle, desconcertado. Sólo había intentado ser amable. Me sentí mal. No, no debes, es solo un alien. Más rápido. Él seguía parado. Y yo doblé la esquina.


Día siguiente, a la hora de comer. Estaba sentada en una mesa con unas cuantas chicas de mi clase. Emma se había resfriado, y no había ido a clase. Al parecer estuvo estornudando toda la noche, y su padre y su novia se pusieron de los nervios, y ella se terminó yendo antes de tiempo. A Emma le había encantado eso, pero a su padre no le debió de hacer mucha gracia, porque estuvo enfurruñado el resto de la noche, y había castigado a Emma. Mal asunto, porque habíamos quedado las dos para ir a dar un paseo la semana siguiente. Pero según Emma, lo merecía, ya que al menos se había librado de la novia de su padre un par de semanas, que es lo que tardaría en volver.
Removí la comida del plato. Me había tenido que quedar en clase casi media hora más, porque el profesor de mates me había pillado escribiendo notitas. Afortunadamente, había retorcido tanto la letra que el profesor no pudo descrifrarla, pero me había castigado igual. Mi plato estaba casi entero, mientras que las demás casi habían terminado. Suspiré, removí la comida con el tenedor y me centré en la conversación. Una conversación que hablaba de todo y de nada. El castigo de Emma, los exámenes que se aproximaban, los planes para el fin de semana, la lluvia que los podía arruinar. Sugerí un par de cosas para el fin de semana, me quejé de la cantidad de deberes que teníamos, pero tras eso deje de prestar atención de nuevo. Paseé la mirada por el comedor, y vi a Marco en una esquina, solo. Había terminado de comer y estaba leyendo un libro. Recordé la tarde anterior y enrojecí de vergüenza. Menos mal que nadie nos había visto. Aunque por otro lado él solo había intentado ser amable. Ladeé la cabeza y suspiré. Seguía siendo el alien. En ese momento Marco alzó la mirada y sus ojos de encontraron con los míos. Tenía los ojos claros, grises, o azules. Pero rápidamente los aparte y me volví a unir a la conversación.

viernes, 7 de enero de 2011

Quarta historia (Segundo capitulo)

Aunque en realidad no son capitulos.
Son demasiados cortos, aunque no es cuestión de ponerlo muy largo... En fin.


- ¡Adiós, mamá, tengo prisa!
Salí corriendo de casa con el abrigo en la mano y las llaves en la boca. Llegaba tarde, por no cambiar la costumbre. El problema estaba en que hoy no tenía Historia a primera hora, y me llevaría una buena bronca si llegaba tarde. El autobús se había ido hace rato, y tuve que correr para poder llegar al instituto. Milagrosamente, exactamente a las nueve en punto estaba cruzando la puerta de la clase.
El profesor de matemáticas, un hombre bastante grande con el pelo ya blanco y de pocas palabras, que dedicaba su viva sólo y exclusivamente a las matemáticas, apenas levantó la vista de su libro para gruñir:
- Llega usted tarde. Ya son las nueve en punto.
Miré rápidamente el reloj que había en la pared, detrás suya.
- Bueno, en teoría, aún quedan 20 segundos para que llegue tarde.
Ni siquiera se molestó en contestar, pero yo ya sabía que estaba castigada. Suspirando, me dirigí a mi sitio, junto a mi amiga Emma, en el fondo de la clase. Ella puso los ojos en blanco y yo maldije mentalmente al profesor de matemáticas mientras me ataba las zapatillas, que por cierto ni siquiera me había dado tiempo a hacer antes de salir de casa.
Gran parte de la clase la pasé copiando los deberes de Historia de Emma en mi cuaderno, ya que al final no los había echo. El profesor estuvo a punto de pillarnos un par de veces, y a la tercera lo consiguió. Emma me haría compañía en el castigo.
El reloj dio las diez y todos recogimos rápidamente, dispuestos a salir lo antes posible del alcance del profesor.
- ¿Por qué crees que nos tiene manía? – susurré.
- A nosotras no… yo creo que está amargado.
Sonreí - ¿Ah, sí? ¿Por qué? – Emma lo pensó un momento.
- Tal vez… tal vez sus padres lo abandonaron bajo un puente, y de pequeño tuvo que trabajar en la calle limpiando zapatos y vendiendo periódicos hasta que ganó suficiente como para sobornar al director y que le diese un puesto.
- Tal vez.
Estaba pensando alguna respuesta mejor, ya que Emma no estaba muy inspirada esa mañana, cuando vi una cabeza castaña que no reconocí unos metros delante nuestra.
- ¿Y ese?
Emma lo miró un momento y respondió:
- El nuevo. Ayer nos avisaron de que venía, ¿te acuerdas?
No respondí, pero me puse a estudiar al desconocido. Era alto, y tenía el pelo castaño claro. Llevaba unos vaqueros, y una camiseta  oscura. No le veía la cara, ya que nosotras andábamos unos metros detrás de él, pero parecía bastante normal. Vaya chasco. Sin embargo, iba sólo, aún con el pasillo abarrotado de gente.
- Oye, que te pasas de clase.
Emma se empezó a reír, y yo me sonrojé un poco.
Entramos, y nos sentamos en medio de la clase, un sitio estratégico. La profesora de literatura se solía pasear por toda la clase, y justo adonde no prestaba atención era allí, al centro.
La clase se fue llenando y animando, ya que la profesora aún no había llegado. Se vieron los primeros aviones de papel volando sobre nuestras cabezas, y una chica al fondo de la clase, al parecer enfadada por algo que había ocurrido en la entrada, empezó a discutir con la chica que tenía al lado. La discusión subió de tono, y más gente se unió. El lanzador de aviones había decidido que era más divertido tirarles bolas de papel a la gente, y la profesora seguía sin venir.
Ni falta que hacía. De repente, casi todo el mundo se calló y los que no, empezaron a hablar en susurros. Todo el mundo miraba hacia la puerta, y supuse que era la profesora la que había venido. Pero cuando me giré fue al chico nuevo al que vi entrar, silencioso. Se sentó en una mesa vacía junto a la ventana. El silencio era ahora total. Después de unos minutos, la gente empezó a ignorarlo y, lentamente, recuperó sus conversaciones.
- ¿Qué es lo que ha pasado? – le pregunté desconcertada a Emma.
Ella, nerviosa, no me respondió. Pero por el rabillo de ojo miraba al nuevo, y yo le imité.
No le veía nada extraño. Su ropa era normal, su pelo era normal, y sus ojos, que eran de un color claro, también. No le veía nada raro, y estaba a punto de volver a preguntar cuando me fijé en algo que el chico tenía tras la oreja.
Me quedé boquiabierta, y no puede decir ni una palabra hasta que la profesora llegó. Era una chica pequeña y alegre, con el pelo rizado y pelirrojo. Empezó la clase, pero yo no prestaba atención.
- Explícame ahora mismo qué hace eso en nuestra clase de lengua. – le ordené a Emma cuando por fin recuperé la palabra.
Ella estaba bastante incómoda. Miró para atrás para asegurarse de que nadie nos oía.
- Bueno, esta mañana, antes de que llegaras tú, o él, nos explicaron que han admitido a cuatro aliens en el instituto. Todos en diferentes clases. También dijeron algo de una nueva ley o algo así. – Se mordió el labio, seguía nerviosa.
De pronto me acorde de que por la noche había visto algo de eso en las noticias. ¿Cómo no lo había relacionado con el nuevo?
Claro, pensé después de un momento, es que ayer esto no era posible. Y sin embargo, ahora…
El chico, por increíble que pareciera, escuchaba la clase, ajeno a los demás.
Los aliens, al contrario que en las películas de los años 50, no eran seres verdes con tentáculos gelatinosos. Es más, ni siquiera creo que tengan forma propia. Los aliens adoptan la forma de cualquier ser vivo que hayan visto anteriormente. Esto tenía un límite, claro, pero en teoría podía adoptar casi cualquier forma. Desde un gatito adorable hasta una ballena azul, por permanecer en las especies terrestres. Porque, además de la Tierra, ya había encontrado otros planetas con vida inteligente, aunque inteligencia sea un término meramente científico, ya que al parecer, esos alienígenas habían luchado entre ellos hasta casi la extinción cuando nuestros aliens los encontraron.
Lo único que no cambiaba de forma con ellos era la pequeña marca que tenían detrás de la oreja, un poco más oscura que el resto de la piel. La del nuevo recordaba vagamente a una media luna.
Tensa, seguí observándole. Emma me miraba de reojo. La profesora seguía con su clase. Y todo el mundo le ignoraba.
La clase de literatura era una de mis favoritas, y finalmente me conseguí distraer con lo que la profesora nos explicaba sobre el teatro y la literatura en la edad moderna. Como todos, a veces le echaba una ojeada al chico, que seguía la clase con el máximo interés. La profesora le llegó a preguntar un par de veces, durante las cuales todos mantuvimos la respiración hasta que respondió. Tenía la voz algo ronca, y tranquila, lo cual me ponía más de los nervios.
La clase terminó, todo el mundo recogió sus cosas. Y él salió sólo de la clase mientras la profesora lo miraba con preocupación.
La cara del profesor de historia mostraba una felicidad absoluta cuado vio entrar al extraterrestre a su clase. Además de la profesora de literatura, que lo había tratado como otro más, fue el único profesor que le prestó atención. Al parecer, ni siquiera le gustaba a los adultos. No le hizo ponerse de pie enfrente de la pizarra, ya que sabía que eso no mejoraría demasiado las cosas, pero nos lo presentó al resto de la clase como si lo acabáramos de conocer, en vez de llevar todo el día con él.
-Bueno, como ya sabéis, este es el estudiante nuevo. Viene de… bueno, de Febo. Pero quiero que le tratéis como uno más. Que se sienta integrado. Se llama Marco.
Cierto, hasta ahora no sabía como se llamaba.
-Sé que tal vez no os guste a todos la idea, pero es una excelente ocasión para ampliar horizontes y hacer una amistad. Y espero que él también aprenda cosas de nosotros, y contribuya a participar en clase.
Al terminar su pequeño discurso, se nos quedó mirando a todos, en blanco, hasta que recuperó el hilo de sus pensamientos y empezó la clase. Esta vez, la dedicó a el siglo XVIII, por lo tanto no afectaba a Marco directamente, y a todos se nos hizo un poco más fácil fingir que no estaba allí.

miércoles, 5 de enero de 2011

Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz cualquiera…

Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada
mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.

A.G.