Hola

Vale, pues bienvenidos a mi blog y todo eso. Es un churro, lo sé, ya la iré mejorando. Pero qué te voy a decir, si yo acabo de llegar (¡Fito!)

Básicamente, la idea es subir diferentes historias y demás que tenía abandonados en una carpeta en mi portátil. Aunque supongo que terminaré añadiendo más cosas. Por ahora he averiguado como subir fotos, ¡TEMEDME!


Se agradecen los comentarios. Sí, críticas incluidas. Y sí, es una indirecta para que escribais uno.

¡Gracias! ^^

lunes, 10 de enero de 2011

Quarta historia, Capítulo/parte 4

Continuación de la continuación:



Pasaron tres o cuatro semanas, sin nada nuevo. Emma y yo habíamos quedado en ir a su casa a la salida del colegio, porque había quedado con el chico que le gustaba por la tarde y quería que la maquillase yo. Así que a la salida del colegio, en vez de coger la calle que llevaba a mi casa, fui con Emma hasta una parada de autobús cercana. Ella me iba contando con todo detalle cómo el chico le había pedido salir, y adonde pensaba ir. Llegó el autobús y nos sentamos al final, mientras Emma seguía parloteando. Yo estaba de espaldas a la puerta, apoyada en el respaldo del asiento delantero, totalmente centrada en lo que me contaba. Así que cuando sonrió y le hizo gestos a alguien detrás mía para que se sentara con nosotras, apenas me giré sin prestar atención para mirar quien era y volvía a mi posición original para seguir escuchando. Pero cuando mi cerebro procesó la imagen, me volví a girar a tiempo para ver a Marco sentarse junto a Emma. La miré con cara de alarma, pero ella no se dio cuenta, sonrió y me siguió analizando una a una las palabras de su chico.
He aquí la cuestión: a algunas personas, Emma entre ellas, no parecía molestarles excesivamente la presencia de alienígenas cerca. Yo no conseguía comprenderlo, aunque hasta ahora no me había traído demasiados problemas.
En ese momento, sin embargo, la gente se terminaba de acomodar, el autobús arrancaba y Emma saludaba a Marco como si lo conociese. Vale, es cierto que llevaba unos meses en la clase, pero hasta entonces nunca había hablado con él. Nadie lo hacía. Porque no lo había echo, ¿verdad?
Para asegurarme tiré de Emma hacía mí, y le susurré:
-¿¡Por qué le has dicho que se siente con nosotras!?
Ella me miró, entre confundida y sorprendida.
-Bueno… parece simpático, y de todos modos no quedan más sitios, ¿no?
Aflojé un poco la presión y miré por encima de su hombro. Marco miraba hacia otro lado. Vi unos asientos vacíos hacia la mitad del autobús.
-¡Allí hay!
-Bueno, ya, pero estaría solo, ¿no?
Puse los ojos en blanco y ella cayó en la cuenta, se mordió el labio.
-¡Lo siento! Se me olvidaba, tú no lo soportas… Bueno, es agradable, habla con él un rato, verás como no es tan malo…
¿Que yo no soportaba a los aliens? Nadie lo hacía, ¿no es cierto?
Enfurruñada, la ignoré y me giré hacía la ventana. Emma empezó a hablar con el alien. Miré los árboles y los edificios pasar a toda velocidad a través de la ventana, mientras escuchaba retazos de la conversación de mala gana.
De repente, después de maldecir mentalmente a Emma durante unos 15 minutos, tras oír un dato increíble, me giré hacia ellos.
-¿Qué? ¿En serio te gusta Thousand Words? Es mi grupo favorito.
–dije con la boca abierta.
Marco/el alien sonrió.
-Si… tengo varias canciones suyas en el iPod.
Emma hizo un gesto de desprecio.
-No se cómo os puede gustar eso… No me gusta nada su música. Las letras, algunas están bien, pero…
Yo no podía decir nada. ¿Thousand Words, mi grupo de música favorito desde siempre, en el iPod del alien? ¿Cómo podíamos tener algo así en común? Ahora me tendría que replantear mis gustos musicales. Hey, yo no tenía culpa de nada. Debería ser él el que dejara de escucharlos. Espera, ¿el alien tenía un iPod?
Me había dejado totalmente fuera de combate.
Mientras yo asumía todo esto, Emma y Marco siguieron hablando. Cuando me recuperé, hasta me atreví a preguntarle un par de cosas. Me terminé entusiasmando, tuve que defender otros grupos frente a mis dos compañeros, ya que ellos pensaban que no valían demasiado. Hablamos los tres, hasta que llegamos a la parada, y Emma y yo bajamos. En cuanto en autobús se alejó, mi amiga me sonrió y preguntó:
-¿Ves como es simpático? No ha estado tan mal… ¡Si resulta que hasta tenéis cosas en común!
Habíamos empezado ya a andar, pero yo frené de golpe, y me di cuenta de lo que acababa de pasar.
-¡Emma! ¡Me has hecho hablar con eso! Y tu también lo has hecho… ¿¡No te acuerdas de que es un alien asqueroso!?
Emma paró también, y me miró.
-Oye, Angie… Porque a ti no te guste no significa que a los demás no pueda gustarnos. Y no es un alien asqueroso; vale que no sea de aquí, pero no lo llames así.
La miré asombrada.
-¿Cómo puedes decir eso? ¿Qué habrían dicho si nos llegan a ver hablando con eso? ¿No entiendes que…?
Emma estaba seria, mucho. La cara que tenía puesta me hizo interrumpirme.
-Angela. Escúchame. Sé que a ti no te gustan, pero no son tan malos. Vale, no le gustan a mucha gente, pero no los desprecian como tú. No te han echo nad…–se mordió el labio. Ella sabía que sí me lo había echo.
-¿Qué ibas a decir? ¿Qué no me han hecho nada?
Sin mirarme echó a andar de nuevo. Apreté el paso para alcanzarla.
-Sí que lo han hecho. A mí y a muchísima gente. ¿Y todavía quieres que confíe en ellos, que charle con ellos?
Emma volvió a frenar de golpe.
-A ver, Angela… está bien, si lo hicieron, pero fue un accidente, ¿sabes? Deberías darles una oportunidad. Como hacemos los demás. O algunos de nosotros… Además, Marco en concreto no te ha hecho nada ¿verdad?
No respondí y seguí andando dejándola atrás. Me alcanzó y estuvimos en silencio un rato.
-Oye, Emma… mejor me voy a mi casa. Ya te las apañarás tu sola, ¿vale?
Ella se mordió el labio y me miró con ojos suplicantes.
-No por favor… Voy a parecer un payaso como me maquillo yo sola.
Suspiré.
-Venga, Angie… Oye, siento mucho haberle pedido que se sentara con nosotras. En serio. Y bueno, tal vez tengas razón –la miré como sólo yo sé hacerlo. Rectificó.- Está bien, tienes razón. Tú necesitas más tiempo. ¿Contenta?
No, no estaba contenta. Pero no quería seguir enfadada con ella, y era verdad, me necesitaba si no quería terminar como un payaso por culpa del maquillaje.
-Síii, contenta. Anda, vamos rápido que ya hemos perdido un montón de rato.
Lo normal hubiera sido que yo también me hubiese disculpado, pero no pensaba hacerlo, y ella lo sabía. Lo de los extraterrestres era un tema complicado… y al parecer más de lo que pensaba.

No había nadie en su casa cuando llegamos.
-Seguro que mi padre está con la bruja de su novia. Oye, ¿qué tal si después les preparamos algo?
Asentí distraída mientras dejaba mi chaqueta en la entrada. Seguía enfadada Emma, aunque era más un recuerdo molesto que un verdadero enfado.
-¿Quieres algo de comer? –me preguntó Emma desde la cocina, mientras encendía las luces.
-No tengo hambre. Anda, te espero en tu cuarto.
-Tú misma.
Me dirigí hacia el dormitorio de Emma mientras sacaba de la bolsa que llevaba en la mochila un pequeño neceser. Me senté en la cama y lo dejé junto a mí, al mismo tiempo que Emma entraba en la habitación con una barrita de cereales en la mano y otro neceser en la otra. Se sentó con las piernas cruzadas junto a mí.
-Vale, entonces, ¿cómo quieres que te maquille?
Ella se apartó un mechón de la cara.
-No sé… cómo tú veas. Pero, ¡tengo que estar guapísima! Me gusta un montón ese chico…
Asentí, y le pase una goma para que se recogiese el pelo castaño en una coleta, al mismo tiempo que rebuscaba en su neceser.
-A lo mejor podías pintarme el ojo muy negro, ¡o rosa! Pero entonces no puedo…
-¡Shh!
Emma se calló, y yo me eché un poco hacia atrás para verla mejor y hacerme una idea de qué hacer.
Emma tenía la piel tostada, y el rostro redondo. Tenía unos enormes ojos grises, muy dulces, y pecas, aunque ella las odiaba, porque decía que le hacían demasiado grande la nariz. Tenía los labios finos y pequeños, y en ese momento agrietados. Llevaba el pelo castaño claro recogido en un moño rápido, como le había pedido.
-A ver…
Me aventuré y cogí una caja con sombras de ojos, buscando la mejor. Emma miró la caja.
-¡Ey! ¿Por qué no te maquillas tú también? Ese color te quedaría genial con los ojos que tienes…
-Porque –le respondí mientras elegía el color  y le obligaba a cerrar los ojos- yo no voy a salir con nadie hoy. Anda, estate quieta.
-¡Tienes las manos frías!
-¡Mentira!
Después de más de media hora de experimentas con diferentes colores y sombras, Emma se levantó y se miró en el espejo. Se había recogido el pelo con unas horquillas, y tras inspeccionarse durante medio minuto, se dio por satisfecha y me sonrió.
-¿Te gusta? –le pregunté.
-Mucho. Oye, ¿después de cambiarme me ayudarías a preparar algo para mi padre y su novia? Tengo tinte para ropa y pegamento en algún lado, a lo mejor lo podemos usar.
-Pareces una niña chica, Emma.

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